Ese día toca comer pescado asado y ya está.
Santoral
Inmaculada era una niña pulcra, muy pulcra. Siempre iba limpia al colegio y cuando ayudaba a su madre en la cocina no se manchaba el delantal. Sus padres habían pensado otro nombre para ella, pero cuando vieron que nació sin manchar tan siquiera las sábanas del hospital, decidieron ponerle Sin Mácula, que derivó en Sinmaculada y con el tiempo se aspiró la ‘S’ y se quedó en Inmaculada. Ahora en los tiempos modernos, Inma.
Para la Iglesia siempre ha sido un misterio saber cómo la muchacha podía andar por la Tierra sin mancharse, con ese aseo tan personal y esas coladas con tanta albura, más aún cuando se sabe que es el Espíritu Santo quien lava mejor las manchas.
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