Comienza el año y te llueven las ofertas para que desafíes tu depresión postnavideña. Entre otras aparece en tu buzón la emocionante aventura para lanzarte a escribir. Es fácil: apúntate a un taller literario.
Yo no te lo recomiendo. Me apunté a uno el año pasado y todavía estoy escoñado de la experiencia y pagando el crédito a la financiera.
Van y te dicen: «la escritura se encuentra entre las "resoluciones de año nuevo" de muchos de nosotros».
Será de la de ellos que quieren vivir del ‘cuento’ de cómo escribir cuentos.
«Pero después lo vamos dejando hasta encontrar "el momento" y, cuando nos damos cuenta, ha pasado otro año y no nos hemos lanzado a escribir esos cuentos, ese guión, esa novela, o esos poemas...»
Mejor que lo dejes y te dediques a hacer ‘futin’ es más barato y al menos haces ejercicio para rebajar los polvorones.
«Un taller literario es la manera perfecta de acercarse a la escritura».
Ni de coña, a ver a cuántos talleres fueron los machado, baroja, quevedo, cortázar, lorca, borges, proust, chejov, cervantes, dante y demás.
No sólo te destrozan el poco estilo que tienes para que escribas de una forma ‘correcta’, sino que te meten un rollazo de teoría que te hunde al comienzo y al final.
Además, un taller literario es un espacio en el que contactas con gente que, como tú, está frustrada porque tiene grandes deseos de escribir y no escriben un pimiento.
Y encima estrenan un nuevo curso: Terapia y auto convencimiento a través de la escritura. Es decir que por gustarte escribir eres un enfermo y te tienen que convencer de que a lo más que puedes aspirar es a ganar un concurso de 50 euros de premio.