En esta jornada el tabernero está obligado a escuchar un cantecito de sus parroquianos más fieles y quitar el cartel de «aquí se prohíbe el cante» por un día. Eso sí, para ello, antes tienen que estar borrachos. Recordar aquella máxima que dice: quien va a un entierro y no bebe vino, el suyo viene en camino.
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