Este día debemos meter la cabeza dentro de una olla u otro objeto que nos aísle de exterior y comprobar qué se siente en un agujero negro, cómo se nos van desintegrando los pensamientos al ser absorbidos por la implosión de la partículas subatómicas. Es conveniente encomendarse a san Einstein y rezar con el catecismo de Stephen Hawking, Historia del tiempo. Rogativas a parte a Marcel Proust por hacernos buscar el tiempo y no encontrarlo.
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